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El héroe del whisky tenía 77 años.

Murió Enrique Symns, referente de la contracultura argentina

Por Agustín Baccá

 

“Ya está. Esto es la muerte. Tengo diabetes, tuve un ACV, me operé de la próstata, no puedo coger más. La curtí, pero ya está."

Talentoso, verborrágico, controvertido. Un genio maldito en la piel de un escritor, poeta y periodista. Alma libre que también supo ser ladrón, traficante y pendenciero. Su salud venía golpeada desde hace mucho tiempo. Un cuerpo que nunca dejó de castigar. Tenía 77 años, más de diez libros publicados, dos obras de teatro y mucha influencia dentro del rock argentino. 

Su muerte fue confirmada por el periodista Sebastián Duarte (compañero de redacción en la revista Cerdos y Peces) en una publicación de Facebook. Ahí admite que “la diabetes fue su gran demonio, que lo perturbó durante años. Los excesos no ayudaron, dejando expuesto a un cuerpo castigado.”

La biografía, entonces, dirá que Enrique nació un 22 de diciembre de 1945 en Lanús. Que luego de viajar por Brasil y Europa se involucró de lleno en el underground porteño. Que escribió en El Porteño, Satiricón, Eroticón y el chileno The Clinic entre otros. Fundó la revista Cerdos y Peces luego de terminada la última dictadura militar. Que es el primer referente del “periodismo gonzo”, género periodístico donde el cronista es parte de la acción, con Hunter S. Thompsom como brújula yankee. 

Su vínculo con el rock

Cercano a la cultura under intelectual de los años 80, Symns acompañó a los Redonditos de Ricota en sus primeros años subiendo al escenario haciendo monólogos en los shows de la banda. Siempre tuvo una relación de amor/odio con el Indio Solari (quien le dedicó "Héroe del Whisky"), hasta que rompieron filas tras la muerte de Walter Bulacio a manos de la Policía Federal, en 1991. Symns los acusó de “haberse desentendido del tema”.

También estuvo cercano a Andrés Calamaro y a bandas como Los Piojos, Los Caballeros de la Quema y Bersuit Vergarabat

En 2003 publicó su autobiografía, El señor de los venenos, donde revela intensas anécdotas a lo largo de su vida. Cárceles, drogas de todos los tipos y cantidades, peleas, sexo y reviente. 

El primer prólogo está escrito por Andrés Calamaro donde afirma que “la literatura de Enrique tiene las virtudes de la tauromaquia y la música, como pintar un cuadro y quemarlo después. Por eso Enrique es distinto y outsider entre escritores y periodistas: es demasiado auténtico».

El segundo, por el Indio Solari: “Nunca supe cuántos años cargaba, de manera que no puedo afirmar que es el mejor escritor de su generación. Pero sí el más inmerso en un submundo pocas veces tan bien retratado como en sus relatos”.

Buen viaje Enrique.

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