Todos alguna vez fuimos “los nuevos”. En el club, en el colegio, en el laburo. Siempre difícil la tarea de “encajar” en un grupo establecido. Bueno, ahora imaginate tener que ser el nuevo en una banda de rock, exitosa a nivel mundial, con todos borrachos y drogadictos con el ego por las nubes. Eso le tocó vivir a Gilby Clarke en 1991 tras la partida de Izzy Stradlin.
Entrevistado por la gente amiga de Guitar World, Clarke recordó lo abrumadora que fue toda esa época en Guns N’ Roses, incluida la obligación de tener que aprenderse de memoria todo el catálogo de la banda: “Había tocado en pabellones, aunque nunca en estadios, así que no era algo tan descabellado”.
La sintonía personal con los diferentes componentes tampoco parecía ser un problema: “Pero, por extraño que parezca, yo ya estaba con los chicos, estaban más que de acuerdo conmigo. Ya había estado por ahí, no es como si yo fuera Joe Schmo (ndr: popular protagonista de un reality americano que sirve para referirse a un desconocido o un don nadie) entrando en la banda. Fueron respetuosos, y Slash no me dijo: “Hazlo así o quédate aquí”. Me dejaron ser yo mismo”.
“Había partes importantes en las canciones, pero Slash me dijo: `Poné tu sello en ellas. Quiero que toques las canciones como vos las tocarías y las hagas tuyas´. Fue un gran consejo porque me quitó mucha presión por intentar ser Izzy. Estaba nervioso y quería tocar bien las canciones. No prestaba atención a las chicas entre bastidores, las drogas y el escabio, tenía que recordar esas 50 putas canciones y no meter la pata en el escenario”.
Una de las cosas que más motivó a Clarke era la mirada que echaba Slash en el escenario cuando alguien erraba: “Si alguna vez has visto a Slash echar esa mirada a quien sea cuando erra una nota... Te miran así una vez, hermano. No lo querés dos veces. Slash y Duff me dijeron que me calmara, y sigo ese consejo hasta el día de hoy”.